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“Mañana es mi primer día de clases,

por fin iré a la escuela;

no sé qué me causa más emoción,

si conocer a mi maestra o estrenar mi cuaderno»

La educación no comienza con el ingreso a la escuela primaria, sino desde el momento del nacimiento: desde el mundo familiar que va a alojar al niño o la niña. Sin embargo, el momento de comenzar la primaria se vive como un hito, una marca, el ingreso a una cultura nueva: la de la responsabilidad, los horarios, los boletines, el cuaderno prolijo. La escuela tiene una modalidad más pautada de trabajo y convivencia. Es necesario permanecer sentado, atender a las consignas, y paulatinamente postergar el placer de jugar para dar paso al aprendizaje de los contenidos escolares. De sólo pensar, a nosotros los grandes nos da dolor de panza…

Es un momento de gran trascendencia tanto para el niño como para las familias que acompañan este proceso. Tanto lo que han hecho los padres hasta ese momento, como el trabajo de los docentes del jardín de infantes, preparan al niño y la niña para afrontar este pasaje. También debemos confiar en ellos, y en sus capacidades para transitar nuevas experiencias. Sin duda es un momento muy importante. Implica crecer, “ser más grande”. Según la singularidad de cada niño puede generar temores, inquietudes, ganas, expectativas, o la mezcla de un poquito de todas esas emociones.

Las aulas están representadas por niños con diferentes habilidades. Así como se espera que los niños ingresen a la escuela con estaturas y tamaños diferentes, así también debe ser bienvenida la diversidad en cuanto a las habilidades y los conocimientos. Habrá niños seguros e inseguros, con grados de autonomía cognitiva mayor y menor, con más flexibilidad para afrontar los cambios conceptuales y con mayor o menor tolerancia a la frustración implícita en todo proceso de aprendizaje.

Los niños siempre piensan y por eso se equivocan. El error forma parte constitutiva del aprendizaje porque nos permite saber cómo está pensando ese niño y qué intervención hacer para que construya un nuevo escalón en la apropiación de ese contenido.

Cuando hay dificultades aparecen en cualquier institución y con cualquier docente. La buena escuela y el buen docente no son los que desmienten estas problemáticas y las ignoran tolerándolas, sino aquellos que, sin exagerarlas le dan la entidad que merecen. El niño siempre quiere aprender, si no lo demuestra es porque algo le está pasando y hay que encontrar qué es para poder ayudarlo.

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