Una de las formas más tóxicas de pensar es la llamada “todo o nada”. Este estilo de pensamiento se caracteriza por ver las cosas rígidamente en dos categorías opuestas: todo o nada, blanco o negro, bien o mal.
Por ejemplo, si decimos que el piso de una sala está limpio: ¿significa eso realmente que no hay una sola partícula de polvo en toda su superficie? Claro que no, eso no es posible. Pero el estilo de pensamiento “todo o nada” tiende a ver las cosas de una forma extrema, absoluta. En esta forma de pensar cuesta demasiado aceptar que algo está bien hecho, o completo, sino está “perfecto”. Y aquí salta a la vista que este estilo de pensamiento es típico de una personalidad con rasgos perfeccionistas.
Quien ve las cosas de esta manera, vive en una frustración constante debido a la insatisfacción que experimenta por no alcanzar sus ideales. Sin duda que es importante tener ideales, pero para crecer, para extendernos a algo siempre mejor, no para vivir frustrados por no poder alcanzarlos de una manera “perfecta”, ni para vivir en disconformidad crónica sintiendo que las cosas nunca están suficientemente bien ni son lo suficientemente buenas. Esta forma de pensar y sentir es realmente tóxica y, por lo tanto, nos enferma. Desde ya, también enferma a quienes nos rodean.
La forma “blanco o negro” de ver las cosas no reconoce la importancia de los “grises” necesarios que son parte de los procesos de la vida. Quien ve las cosas de una manera rígida, no reconocerá que el gris es parte del desarrollo hacia la madurez. No hablo de un gris como algo intencionalmente indefinido o “turbio”. No. Me refiero a los grises de la vida, cuando tratamos de hacer lo mejor posible, pero no llegamos. Es parte del crecimiento. Pero quien no entiende esto, estará interrumpiendo permanentemente su desarrollo y el de otros, al sentir que lo que logra no es suficientemente bueno, o que los demás no colman sus expectativas. Entonces deja de ver el potencial de crecimiento que tiene y que tienen sus cercanos. De esta manera o crece y no deja crecer a los demás.
Que maravilloso es reconocer, en cambio, que estamos recorriendo un camino; que no es necesario que cada paso sea “perfecto”, sino que lo demos haciendo lo mejor posible, confiando en Dios, dejando los resultados en sus manos, valorando y agradeciendo cada momento. Porque cada momento es parte de un proceso y entonces está bien, es perfecto en su tiempo, en su lugar. “Porque la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento, hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18).
Lic. Rodrigo Arias
Licenciado en Teología y en Psicología.
Conductor del programa radial y televisivo Una Luz en el Camino