Un palíndromo es una palabra o frase que se puede leer tanto de izquierda a derecha, como de derecha a izquierda. Es lo que conocemos más comúnmente como “capicúa”.
Hace poco vi en Facebook una imagen compuesta por dos fotos: a la izquierda se veía una joven madre con su hijita pequeña en brazos; a la derecha ambas de nuevo, pero varias décadas después: la madre ya era anciana y estaba recostada sobre su hija adulta, quien la sostenía entre sus brazos.
La hija, Susana Tabuenca, docente y escritora, expresaba lo siguiente sobre la tierna foto:
Los palíndromos son palabras o frases que se pueden leer igual, tanto de izquierda a derecha, como de derecha a izquierda. Por ejemplo:
– Ameno fonema
– La tomo como tal
– Asirnos a la sonrisa
La vida, de alguna manera, se asemeja a veces a un palíndromo en el que el principio se toca con el final y ambos guardan semejanzas; tal vez porque se necesita al otro para suplir las necesidades básicas de alimento, higiene, vestido, desplazamiento, descanso…
Como hilo conductor de una vida, uniendo ese principio y ese final, está el amor. Ese amor de nuestros padres que, en el luminoso amanecer de nuestras vidas, nos sostuvo al caminar, nos llevó el alimento a la boca, nos señaló lo correcto e incorrecto, nos ayudó a decidir, nos higienizó con paciencia, sonrió ante nuestros errores, nos esperó en la lenta caminata en que nos deslumbraba una flor, un insecto, una piedrita, o la forma, textura y color de cualquier objeto encontrado.
Y en el ocaso de sus vidas, ese extremo brumoso del hilo, nos encontramos de repente, siendo madres-hijas: sosteniendo, alimentando, higienizando, deteniendo la prisa, acompañando sus lentos pasos, observando la sorpresa inocente de descubrir el mundo ya descubierto, y maravillarse ante lo cotidiano, como si se tratara del mismo génesis.
Las expectativas, son las que distinguen y separan un amanecer de un ocaso; y los une, asirnos a la sonrisa…
Como lo expresa Susana Tabuenca en estos pensamientos, el hilo conductor a lo largo de la vida es el amor. Sólo el verdadero amor puede mover a una madre a olvidarse de sí misma para cuidar a sus hijos; y sólo el verdadero amor puede mover a los hijos a no olvidarse de sus padres y cuidarlos en el otro extremo de la vida.
No dejemos que ese hilo se corte, porque se moriría entonces lo más significativo que tenemos en la vida, lo que llena lo más profundo de nuestro ser. Alimentemos ese amor y no dejemos de hacerlo sonriendo, aunque por momentos no sea fácil. Como remata Susana con su último palíndromo, mientras seguimos cuidando los unos de los otros como familia, no dejemos de asirnos a la sonrisa.
Lic. Rodrigo Arias
Licenciado en Teología y en Psicología.
Conductor del programa radial y televisivo Una Luz en el Camino