Hace un par de semanas, un titular de Diario Clarín indicó que un estudio internacional había derrumbado el mito de que la aspirina (ácido acetilsalisílico) no previene infartos o problemas neurológicos. “Cae un mito: afirman que la aspirina no previene infartos, ACVs ni el cáncer en personas sanas” tituló Clarín.
Inicialmente, esta publicación generó una verdadera conmoción entre aquellos que consumen este medicamento de manera preventiva.
Ante esta situación, desde Radio Gen (91.9), consultó al médico cardiólogo Dr. Javier Boga, quien presta servicios en el Hospital Municipal Santa Francisca Romana. “Quizás desde el punto de vista periodístico ese título genera un gancho, una atracción para que la gente lo lea. De cualquier manera, no es que cae un mito”, advirtió, al tiempo que precisó “Para poner las cosas en orden, este estudio se hizo entre Australia y EE.UU., que enroló más de 15.000 pacientes, fue hecho en pacientes de más de 70 años, que no tienen ningún tipo de enfermedad cardíaca ni neurológica; es un universo de pacientes muy seleccionado. Eso limita mucho hacia quien fue dirigido ese estudio”. Boga prosiguió relatando la forma en que se realizó el estudio “A esas personas sanas, mayores de 70 años, se las dividió en dos grupos. Uno de ellos tomaba aspirinas y al restante placebo (un medicamento parecido en tamaño, forma y color del medicamento activo, pero que no tiene ningún efecto terapéutico. Al cabo de unos meses o años, se pudo comprobar que los pacientes que estaban recibiendo la aspirina evolucionaron peor, con un aumento de las complicaciones relacionadas con el uso de la aspirina. Por ejemplo: mayor sangrado digestivo, sangrado gástrico, y en algunos casos sangrado a nivel cerebral. Esas fueron las conclusiones a las que arribó el estudio en ese grupo específico de pacientes, mayores de 70 años sin enfermedades neurológicas ni cardiológicas”.
Consultado sobre el efecto de este medicamento en quienes están fuera de este grupo, el cardiólogo dijo “Eso también está estudiado desde hace mucho tiempo. Los beneficios del uso de la aspirina en dosis bajas están probados desde hace muchos años. El primer estudio fue el estudio Framingham, que data de la década del ’70, donde se corroboró que el uso de aspirina en dosis bajas prevenía la enfermedad cardiovascular y neurológica. Lo que sucede es que en esos grupos de pacientes se trataron pacientes con enfermedad o con factores de riesgo” y explicó “factores de riesgo es cuando una persona tiene un determinado hábito o característica que la expone a un mayor riesgo de sufrir una enfermedad”. La combinación más clásica de esas características para sufrir una cardiopatía, según Boga son “un obeso diabético, un diabético hipertenso, un hipertenso fumador, un fumador sedentario, un sedentario diabético; ese tipo de combinaciones. Si el paciente tiene dos o más de esos factores de riesgo, se le debe dar aspirinas, salvo que presente alguna contraindicación previa. Ese paciente debe recibir aspirinas y está probado con infinidad de estudios que fueron a más largo plazo y con mucha mayor cantidad de pacientes que las que utilizó este último estudio. Está comprobado que la aspirina tiene un efecto muy beneficioso”.
Con respecto a lo que significa dosis bajas, el profesional de la salud aseguró “dependiendo del cuadro clínico del paciente (cantidad de factores de riesgo), en caso de que sea a modo preventivo, se inicia con una dosis de entre 80 y 100 mg diarios, que es el medicamento que tiene como nombre comercial la aspirineta. En cambio, si el paciente tiene factores de riesgo y tuvo una cardiopatía o un ACV, estamos hablando de prevención secundaria, la dosis puede aumentarse, pudiendo llegar inclusive a 200 o 300 mg. diarios de aspirina, pero eso lo decide el médico tratante, en virtud del problema que el paciente haya tenido”, y recalcó “se trató de extrapolar los resultados beneficiosos comprobados que la aspirina tiene en una población menor a 70 años, con factores de riesgo; para ver qué pasaba si se le daba una dosis de aspirina a personas mayores de 70 años sin factores de riesgo. El resultado fue que en ese grupo chiquito, sesgado, la aspirina no sólo no mejoró, sino que en algunos casos empeoró la condición del paciente”.
Respecto a la nota y su repercusión, Boga reflexionó “Esto no sólo generó cierto ruido en las personas que están tomando la aspirina, que se preguntan ¿Para qué la estoy tomando si no sirve?” aunque aprovechó para recalcar que “esto nos dio pie a los médicos para demostrarle a los pacientes lo que representa el problema de la automedicación, y que no porque una persona de 72, 73 79 años esté tomando aspirinas porque su médico se lo recetó, no da lugar a que otra personas, que no tienen ese problema, empiecen a automedicarse, creyendo que el efecto beneficioso del medicamento en la prevención se va a repetir en él”.
En ese sentido, el médico advirtió “Muchos creen que la aspirina no tiene efectos adversos, o no puede provocar situaciones médicos graves, pero lo hemos visto” para finalizar manifestando que “es necesario aclarar dos cosas: Por un lado, despejar la duda de que no cayó ningún mito, la aspirina sigue siendo un pilar en el tratamiento de la afecciones cardiológicas y neurológicas, indicadas por un médico. Y segundo, para volver a generar conciencia en la población en general que todo medicamento, incluso el que usan los bebés, debe ser siempre indicado, supervisado y evaluado por un médico. Siempre debe ser así”.